LAS EMOCIONES DE JESUS
Muchas personas tienen una idea de un Jesús “seco”, un Cristo que no sonreía que no tenía expresiones de tipo “común y corriente, alguien que se aprecia más a un robot. Esta idea no está más alejada de la realidad porque de hecho la Biblia nos ha permitido por indicaciones observar las emociones del Maestro. El Señor Jesús además de poseer una naturaleza divina, también era de carne y hueso (Juan 1:14), un ser humano real. Así compartió con nosotros toda la gama de emociones que un individuo normal podría experimentar al ser residente del planeta tierra. Dios en la carne pudo perfectamente bien sentir felicidad, tristeza, hambre o sueño incluso enojo e ilusión.
¿Qué circunstancias de la vida hicieron llorar a nuestro Señor? ¿Qué lo hizo feliz? Un estudio de este tema es emocionante y gratificante para entender de una mejor forma la naturaleza de la segunda persona de la Deidad; Jesucristo.
Es muy difícil para un ser humano esconder sus emociones mas intensas. En la última década la red social “Facebook” ha sido tan popular, al punto que han incorporado iconos para expresar las emociones. Con solo colocar una “carita”se puede expresar al público cuál es mi estado de ánimo en el momento. El libro de Isaías habla proféticamente del Señor Jesús como “un varón triste y experimentado en dolor” (53: 3). Tres veces en el Nuevo Testamento hay un registro de Jesús llorando, lo cual es muy significativo. Pero básicamente sus emociones más intensas tomaron lugar al rededor de sus amigos pero también sus enemigos.
Jesús lloró por sus amigos.
El recuento de Juan 11:35 afirma conmovedoramente: “Jesús lloró“. El término griego para “lloró” es “dakruo” en griego, usado solo en este pasaje del Nuevo Testamento lo que realmente capta nuestra atención. Literalmente significa “derramar lágrimas”. Sugiere un llanto silencioso y tierno. La ocasión de esta conmovedora escena está relacionada con la muerte de Lázaro quién era su amigo. La Biblia no provee más detalles sobre las lágrimas de Jesus y más allá de eso nos impacta el hecho de que el sabía que iba a resucitar a Lazaro por las claras indicaciones del contexto. Sin lugar a dudas, en esa ocasión se pudo haber escuchado la caída de un alfiler al suelo. La pregunta completamente valida surge: ¿Qué precipitó las lágrimas del Maestro en este momento? . Seguramente no fue el dolor de la desesperanza (Puede comparar 1 Tes. 4:13) porque Lázaro estaba en un mejor estado de ser. Tampoco fue un llanto de soledad, porque el Señor sabía que su amigo volvería con su familia y sus asociados en el presente.
Es el hermano Marshall Keeble (Un predicador afroamericano del pasado) quien sugiere que Jesús lloró porque reconoció que devolvería a Lázaro a una vida difícil (véase Juan 12:10), una vida donde tendría nuevamente la posibilidad de pecar habiendo estado ya en un lugar de seguridad (hadez), sin duda alguna es una sugerencia aceptable. Sin embargo, es mas probable la opinión que sugiere que Cristo lloró por pura simpatía por aquellos cuyos corazones se estaban rompiendo en este momento. Juan escribe: “Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió, y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve”. Qué reconfortante es saber que nuestro gran Sumo Sacerdote realmente comparte nuestros sentimientos (cf. Hebreos 2:17). Si quisiéramos ser como Cristo, debemos aprender a empatizar verdaderamente con los demás (cf. Romanos 12:13). Jesús expresó sus emociones humanas y no tuvo pena en hacerlo, ¿Porqué razón nosotros en muchas ocaciones nos da pena? Dios en la carne lloró por otros y por esa razón es probable que Juan 11:35 sea uno de los versículos más potentes y conmovedores en el N.T.
Jesús Lloró por sus Enemigos.
El Señor Jesús no solo lloró por sus amigos sino por todos aquellos que buscaban su mal y ruina. Usualmente uno no llora por alguien que le ha causado mal mucho menos por alguien que le causará mal en el futuro. Conozco a un hermano en Cristo que fue maltrato en su propia oficina por alguien más y una vez expresó que él no deseaba el mal de esa persona pero que tampoco quería saber nada con respecto a este hombre que le causó mal. Bien la naturaleza de Dios en la carne es revelada en Mateo 23 cuando el llora por sus enemigos. No hay duda alguna que esto es el sello de un buen Maestro. El Señor practicaba lo que él enseñaba ya que en el sermón del monte había enseñado el amor a los enemigos. Cuando el Hijo de Dios contempló el destino inminente de su amada ciudad Jerusalén, que estaba a punto de crucificarlo, lloró audiblemente (porque así lo indica la palabra griega “klaio”) con verdadera angustia (Compare con Lucas 19:41). Sin lugar a dudas ahí en Mateo 23, el Señor aquí evidenció una gran tristeza al anticipar los horrores que descenderían sobre los judíos rebeldes que estaban a punto de asesinar a su propio Mesías. Estos horrores vendrían a ellos en la destrucción de Jerusalén en el año 70. Ezequiel escribió: “Diles: Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis, oh casa de Israel?” (Ez. 33:1).
En verdad, nosotros también debemos llorar por los perdidos. El Señor fue Dios en la carne pero también fue hombre. Hay muchas otras emociones que él experimentó y por esa razón puede comprender nuestras debilidades en ese aspecto. Las emociones no son malas, han sido creadas por Dios al incorporarlas dentro de la esencia del ser humano, solo hay que saber usarlas en el momento correcto y de la forma correcta, con el grupo de personas correctas.