EL BAUTISMO DEL ESPÍRITU SANTO


EL BAUTISMO DEL ESPÍRITU SANTO

En el día de Pentecostés narrado en Hechos 2, muchas cosas que eran profecías fueron cumplidas al pie de la letra. Era necesario que lo que el profeta Joel había predicho tuviera lugar en el día cuando la Iglesia de Cristo naciera. Pedro apóstol de Jesús, bajo inspiración divina cita concretamente al profeta Joel en el capítulo 2. Fue un evento único, de poder y gloria que anunciaba el establecimiento del reino de Cristo en la tierra.  Durante los siglos este plan redentivo de Dios (la Iglesia) había estado escondido al hombre y los ángeles. Cuando el tiempo indicado llegó, en la sabiduría de Dios al revelar este esquema de redención llamado Nuevo Testamento el Espíritu Santo se ocupa de esta tarea en particular. El bautismo del Espíritu entonces es este proceso en particular que toma lugar con aquellos hombres escogidos por Cristo y que estarían trabajando mano a mano con el Espíritu para cumplir la tarea. A estos hombres generalmente los conocemos como los apóstoles y ellos transformaron al mundo bajo la influencia del Espíritu Santo. Este bautismo fue prometido únicamente a los apóstoles a quienes el Espíritu sería su consolador (Jn.14:26), El Espíritu no es nuestro consolador, Cristo lo es. ¿Cómo sabemos eso? Porque el contexto dice que el Espíritu les recordaría lo que Jesús ya les había enseñado. Aparte de eso, Hechos 1:5 dice: Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días”. La clave muy sencilla para entender este versículo se encuentra en dos frases: “vosotros” y “no muchos días”. Es obvio que la premisa planteada en estos versículos no tienen absolutamente nada que ver con nosotros (los no apóstoles).

En lógica existe una falacia que es cometida muy usualmente en las personas, en este caso quienes creen en un bautismo del Espíritu Santo para sus vidas en pleno siglo veintiuno caen en esta falacia sin excepción.

El Dr. D.A Carson  en su libro “Falacias Exegéticas” toma unos minutos para explicar esta en particular. El dice:

Sucede cuando una palabra o frase provoca una idea asociada, un concepto, o una experiencia que no tiene una relación directa con el texto en sí toma pero que No obstante se utiliza para interpretar el texto. Este error es asombrosamente fácil de cometer en la predicación de textos, pasando por alto el antiguo adagio que dice que un texto sin contexto no es más que un pretexto para aprobar un texto.[1]

De ninguna manera uno puede leer ese pasaje en Hechos 1:5 y luego saltar injustificadamente a nuestros días aplicando el texto sin haber respetado lo que está alrededor del pasaje. Claro que los pentecostales y quienes con ellos están de acuerdo han buscado la manera de enredar un poco el contexto mediante el argumento, de que no solo los apóstoles recibieron el Espíritu Santo, sino todos los 120 a quienes se les posó la llama como de fuego sobre sus cabezas. Esta idea sacada de Hechos 2, elimina la dificultad para esta gente presentada en 1:5 de un grupo limitado llamado apóstoles. El mejor pasaje para ellos es Hechos 2:4 pues dice que “Todos fueron llenos del Espíritu”.  

¿Cómo responder a esto? El v.7 dice que los que estaban hablando en lenguas eran todos galileos, y claro estos son los apóstoles no los 120 que provenían de otras nacionalidades y el texto menciona al menos unas 15 nacionalidades con lenguas distintas quienes estaban presentes ese día.

Me agrada el comentario de J.W. McGarvey profesor de historia bíblica y predicador de la Iglesia de Cristo que menciona lo siguiente:

 

Las personas ahí reunidas que fueron llenos del Espíritu no son, como algunos han supuesto los 120 mencionados entre paréntesis en el Capítulo anterior. Esto es claro gracias a la conexión gramatical entre el primer versículo de este capítulo y el último en esta secuencia tomados juntos leerían de la siguiente forma: “y  les echaron suertes y la suerte cayó sobre Matías; y  fue contado con los 11 apóstoles. Cuando llegó el día de Pentecostés estaban unánimes todos juntos”. Las lenguas como de fuego que fueron visibles sobre la cabeza de los apóstoles fueron símbolos de las lenguas audibles en las que ellos inmediatamente comenzaron a hablar y ellos añadieron mucho más al esplendor de la escenas que rápidamente llamaría la atención de la concurrida audiencia. La declaración de que las lenguas les aparecieron no tiene la intención de excluir los testigos como si ellos no estuvieran juntos sino más bien alude al hecho de que los apóstoles estaban solos cuando este fenómeno apenas apareció. Cuando los apóstoles fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar como el Espíritu les daba que hablasen la promesa del bautismo en el Espíritu y el poder de lo alto entonces había sido cumplida.  [2]

 

Todo tipo de relación o trabajo que se le asigne a la persona del Espíritu Santo es aceptable bajo la lupa del siglo primero. Para nuestra era, el único bautismo aplicable es el de la gran comisión. Aquellos que abogan por un bautismo en el Espíritu Santo hoy malinterpretan el diseño de esa experiencia, tal como fue otorgada a los apóstoles y luego a los primeros gentiles que fueron admitidos en la Iglesia. El bautismo del Espíritu Santo no es un requisito para la salvación de uno hoy, ni es una demostración de tal. Fue un fenómeno del primer siglo, exclusivo de esas circunstancias. Las palabras de Jesús a Tomás deberían de tener mucho más eco en nuestros corazones cuando dijo:Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron”. (Jn.20:29).



Referencias Citadas.

[1] D.A. Carson. Falacias Exegéticas. Editorial Clie Pág.121.

[2] J.W. McGarvey. Nuevo comentario de Hechos de los Apóstoles. Gospel Light Publishing Company. Delight AK.1892. Pág.21.

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